sábado, 28 de noviembre de 2009

La cata del loco (versión 60)


Un loco se ha escapado del manicomio. En su deambular sin rumbo entra en un local. Se celebra allí un concurso de catadores de vino… Los socios del club “Amantes del buen vino”, señoras y señores de distintos extractos sociales qué hacen sus primeras armas en la degustación del néctar de los Dioses, se van acomodando en el salón donde en largas mesas cubiertas por blanco mantel se encuentran ya las copas catavinos estándar. La cata será con la uva negra mas preciada; “Cabernet Sauvignon” procedente de los viñedos del Valle de Uco, de las localidades de Maipú, Luján de Cuyo, Tupungato, en la provincia de Mendoza. Un ejercicio reflexivo para conocer mas de esta variedad. En un extremo de la mesa se alinean tres botellas, numeradas, de las bodegas mas representativas con sus etiquetas ocultas. El ambiente es distendido. La conversación, alegre, como queriendo quebrar el hielo que provoca la ocasión. Lentamente los participantes se van acomodando en sus sitios. Con paso firme atraviesa el recinto, un caballero alto de cabellos canos, barba incipiente, ojos azules, vestido con un traje gris de corte ingles cruzado, camisa blanca, corbata de lazo no bien anudada, zapatos cerrados negros. El individuo toma asiento en la mesa entre una señora de unos cincuenta años, pelirroja y un joven estudiante universitario, futuro Administrador de Empresas. Con una sonrisa, una camarera reparte a los presentes las fichas de cata. El conductor del evento pide silencio y da comienzo a la reunión. Informa a los socios la región de procedencia de los vinos, su año de elaboración y procede, con habilidad de prestidigitador, a abrir las botellas, verifica que su contenido este en buenas condiciones y con un imperceptible movimiento de su cabeza, da la orden de servir. Las meseras con presteza comienzan a llenar las copas hasta un tercio de su capacidad a fin de darle al vino espacio para respirar y moverse. El hombre del traje gris sostiene la copa por el pie, la inclina unos 45º sobre el mantel para apreciar el color del vino, observa el centro del liquido y su borde. Comprueba que es transparente, limpio, sin gas, espeso, sin depósitos, color púrpura intenso, lo anota en “Vista” en su ficha. En “Comentarios”, apunta; “Este vino es como mi amor por ti, creado para perdurar, evolucionar, armónico y sensual”. La señora de cabellos de fuego duda de cómo completar el primer punto. El universitario, con el ímpetu de su juventud, ya esta en “Olor” la segunda observación. Nuestro hombre introduce su nariz en la copa, escribe: aroma: especiado, intensidad: pronunciada, comenta; “El tabaco y la vainilla se dejan apreciar, mezclándose con el roble elegante y, eso sí, una pizca de violetas. Como fue con nuestro amor, estos aromas se desarrollan al máximo y alcanzan un bouquet complejo, equilibrado, fresco, discreto, impetuoso”. El casi Administrador de Empresas lleva su copa a la boca para probar el “Gusto”, un sorbo, levanta su cabeza y con los ojos cerrados saborea el trago. La dama también bebe y mira de reojo al caballero. El gentilhombre cata su caldo. Acidez: baja, Taninos: medios, alcohol: bajo, gusto: especiado, intensidad: pronunciada, equilibrio: bueno, posgusto: prolongado, cuerpo: robusto, textura: suave. “Como fue con tu cuerpo, este vino me seduce y me invita a beberlo, gusto amplio, con armonías de fragancias, textura y personalidad, de paladar largo, elegante, sostenido, que deja su recuerdo en la boca”, deja asentado en sus comentarios. Llegan las conclusiones. La distinguida señora medita. El educando procura bucear en las primeras lecciones de degustación. Nuestro sujeto con firmeza asienta: calidad: buena, madurez: apropiada para beber. “Te recuerdo al percibir esos matices únicos, descubro un aroma complejo e intenso y en mis labios se presenta como tu te exteriorizabas, firme y generoso, sutil, refinado, suave, seductor”. Expreso en su resumen final. Levanta su copa, mira a la mujer a su lado y recuerda a Beppe como Arlequín en “IL PAGLIACCI”: “Guarda, amor mio, che nettare divino t`apportait!”. Diligentemente la compañera de mesa le devuelve la mirada y como Colombina e Arlecchino cantan a dúo: “L`amor ama gli effluvi del vin, della cucina!”. En la entrada del salón hay un movimiento nervioso de personas. Tres hombres de guardapolvo blanco conversan con el organizador del evento. El doctor que supervisa a los enfermeros le reseña; -Se escapo esta tarde del neurosiquiátrico. Le robo la ropa al Director. Tiene sus facultades mentales muy alteradas. Esta así desde hace diez años, su mujer murió en un accidente aéreo y no lo pudo superar.- El encargado de la programación asiente con formalidad y extiende su brazo dando paso al facultativo y los sanitaristas. Los asistentes dirigen su mirada a los recién llegados menos nuestro personaje que bebe lentamente de su copa. Los tres hombres se acercan sigilosamente al sujeto de gris, lo toman por los brazos y rápidamente lo envuelven con el chaleco de fuerza. Sin hacer ningún esfuerzo para librarse, Juan se deja llevar hacia la salida ante la mirada indiferente de la concurrencia. La señora pelirroja, el futuro graduado y los someliers aficionados van entregando sus fichas de cata de la primera botella. El amor eterno, como algunos vinos nobles, es laborioso de elaborar. Cada vino tiene, al igual que las personas, una historia para contarnos. Un loco enamorado sería capaz de hacer fuegos artificiales con el sol, la luna y las estrellas, para recuperar a su amada.

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