sábado, 28 de noviembre de 2009

La cata del loco (versión 38)


“Un Loco se habia escapado del manicomio. En su deambular sin rumbo entra a un local. Se celebra allí, un concurso de catadores de vino”.

No podía creer lo que veía, delicadas copas rellenas de espumeante vino y sobrepuestas en manteles de lino blanco, en el centro de cada mesa había una botella de la mejor cosecha de los diferentes concursantes, la cual estaba sumergida en hielo, tanta perfección, blancura y limpieza le parecía imposible, no tenía ningún recuerdo de algo tan pulcro y ordenado.

Paseaba entre las mesas probando distintos vinos y saboreando cada sabor, hacia tanto que no
tomaba ni una sola gota de ese vino tan agridulce, espumeante y congelado... Hasta ese momento nadie se había percatado de su presencia, se acercaba a las mesas y robaba una copa del espumeante vino, pero fue cuando tomo una copa de la mesa principal, en la cual la botella puesta al centro rezaba “Merlot 1985” cultivado y cosechado en Andalucía; pero él no sabía leer o quizás lo había olvidado y mucho menos sabía qué tan importante era ese vino, tantos años encerrado y esa noche un pequeño descuido del jefe de enfermeros o... ¿lo había hecho adrede? Pensaba el loco mientras acercaba la copa a sus labios.

-¿Qué haces tú aquí?-gritó alguien, el loco se sintió desconcertado y se le cayó la espumosa copa de la mano, muchos ojos voltearon a verlo, la gente empezó a murmurar y él se sintió amenazado.

-NO!, NO ESTOY LOCO!-comenzó a gritar; dos hombres altos, fornidos y con uniformes oscuros se le acercaron para atraparle, pero el loco comenzó a correr por todo el salón, empujando a la gente, tirando mesas y el vino con ellas; las mujeres le huían y algunos hombres intentaban atraparlo, pero el loco corría tan deprisa y tan irregular tratando de esquivar a todos los presentes que estos chocaban entre sí.

Tanta euforia y desorden provocó un mar de vino, el cual corría por el suelo, los visitantes se resbalaban cuando se movían, por lo que las mujeres se quedaban reunidas en grupos gritándoles con sus voces chillonas a sus maridos y estos aterrorizados, corrían de un lado a otro tratando de atrapar a ese loco, el cual se había escondido debajo de una mesa y chupaba el suelo, el cual estaba empapado de vino.

Cuando los presentes se dieron cuenta de que el loco había “desaparecido”, los sofisticados peinados de las damas ya no eran nada y los elegantes trajes de los caballeros eran un desastre; muchos comenzaron a irse lentamente, con la cabeza cabizbaja. Pasado un tiempo, el salón quedó desierto y el joven que hacía la limpieza trapeaba bajo la mesa principal, cuando se encontró con una gran sorpresa, al loco dormido bajo la mesa con una botella de vino y con una sonrisa de oreja a oreja en sus rojizos labios...

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