sábado, 28 de noviembre de 2009

La cata del loco (versión 44)


Un loco se ha escapado de un manicomio. En su deambular sin rumbo entra en un local. Se celebra allí un concurso de catadores de vino. Se presenta al concurso como Kevin, un gran experto, venido de un pueblo lejano.

Es un concurso un poco peculiar. Tiene un formato similar al de una competición deportiva. Los catadores se enfrentan entre ellos como si de un torneo de tenis se tratara. Por sorteo son emparejados. Son enfrentamientos directos entre ambos adversarios. El que gane de los dos pasará a la siguiente ronda eliminatoria.
A Kevin le toca un lado del cuadro eliminatorio aparentemente fácil. Hasta la ronda de cuartos de final, sus adversarios parecen ser rivales de poca entidad; meros aficionados con ciertos conocimientos sobre vinos, pero para nada expertos.
En el otro lado del cuadro se han concentrado los rivales de mayor entidad; expertos refutados y con una gran experiencia a sus espaldas.
El sorteo no ha sido justo, pero el azar a veces es así.
Comienza el concurso. Los enfrentamientos se suceden. Los menos ávidos van cayendo eliminados. Kevin continua en el concurso. Ha pasado las primeras eliminatorias. Y va pasando las siguientes.
Llegan los cuartos de final. Y Kevin se ha plantado en ellos. Los contrincantes ahora son muy duros, pero consigue pasar a semifinales. Llega a la final... y la gana. Para sorpresa general, Kevin es el ganador; un desconocido que ha llegado en el último momento.

Recién escapado del manicomio (aunque esto sólo lo sabe él), entra en un local, se encuentra por casualidad con un concurso de catadores y lo gana. Es un loco, sí. Pero su enfermedad no le impide ser un gran catador de vinos. Kevin no eligió su enfermedad. Pero, antes de que ésta apareciera, sí había elegido su gran afición: La cata de vinos.

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