sábado, 28 de noviembre de 2009

La cata del loco (versión 47)


“Un loco se ha escapado del manicomio. En su deambular sin rumbo entra en un local. Se celebra allí un concurso de catadores de vino…”[…]no es consciente del lugar donde se encuentra, pues él cree estar entrando en una perfumería. Todos se dan vuelta, y miran al loco entrar. Primero se sorprenden y luego lo ignoran y les deja de interesar. Comienza el concurso. El coordinador anuncia a viva voz, que los tres primeros valientes que se acerquen al mostrador, serán los participantes para catar el último vino de selección de la bodega Nantru. El loco creyendo que le ofrecen un perfume, sale disparado hacia el mostrador, siente que lleva encima una mochila olorosa y desea tapar el hedor con un refrescante aroma. Al coordinador al principio no le agrada demasiado la idea que justamente sea el loco uno de los catadores, pero al final acepta ya que nadie tiene la voluntad de ofrecerse en su lugar. Al rato se acercan otras dos personas y el concurso está a punto de iniciar.¡Esperen!- Dice el loco, - Necesito que me saquen mi mochila así yo puedo echarle el perfume encima.- Nadie comprende lo que este señor quiere decir, pues por más que miren y revisen, el loco no lleva mochila alguna a sus espaldas. Es más ni siquiera lleva una camisa puesta. Lo que para muchos presentes es de muy mal gusto. Creen que está bromeando y le dicen que lo harán sólo para seguirle la corriente, aunque nadie se acerca a ayudarlo. El loco convencido de que la mochila ya está en el mostrador, se prepara para probar el supuesto perfume. El coordinador les acerca a cada participante una copa de vidrio grande, que contiene vino hasta la mitad. Enseguida los demás concursantes comienzan a oler el líquido y luego a saborearlo para dar su opinión, pero el loco, en cambio, se salpica la espalda, los brazos, y la mochila imaginaria, con el suave licor. Cuando termina su trabajo, levanta la nariz y huele a su alrededor. Quiere comprobar que todo haya quedado en perfectas condiciones y sin ese pútrido hedor con el que había llegado hasta el lugar. Al principio solo siente olor a uvas, y luego llega el aroma dulzón. No muy satisfecho deja la copa y se carga su mochila en los hombros. Señor, ¿puedo yo saber que es lo que usted está haciendo? – el coordinador ya no entiende lo que sucede con ese hombre. Lo mira y lo inspecciona. Es moreno, tiene pelo corto, ojos claros, y no usa camisa. Sus jeans parecen gastados, y las zapatillas ya están destruidas. Llega el guardia de seguridad y amaga a echarlo del local. Pero el coordinador lo frena, este caso le interesa. – Solo me perfumo – dice el loco muy seguro. Le guiña un ojo y se dirige a la salida – No necesito que me acompañe amigo, conozco el camino para salir de su perfumería, muchas gracias por el perfume gratis, es usted muy amable. – y sin más se retira como quien no quiere la cosa.La gente asombrada lo observa alejarse, todos están boquiabiertos, y median entre la gracia y el desconcierto. El coordinador se sonríe, y mira a los presentes – Esta clase de personas es la que logra que mi trabajo tenga algo de aliciente. Queridos compañeros y clientes, este señor no domina su mente, pero sí domina el humor, y el arte de sacarle a cada uno de nosotros, una sonrisa, sin realizar el más mínimo esfuerzo.-De a poco se distienden, y la gente comienza a reír, comprenden algo de su locura, y ahora solo quieren volver a tenerlo allí, ayudarlo con su mochila, y poder sin prejuicios, al loco sonreír.

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