domingo, 29 de noviembre de 2009

La cata del loco (versión 23)


Un loco se ha escapado de un manicomio. En su deambular sin rumbo entra en un local. Se celebra allí un concurso de catadores de vino…:
- Buenas tardes, caballeros. Quisiera darles la bienvenida diciéndoles que…
Mientras el presentador discursa sobre la cata, Braulio X., permítame que identifique al loco con ese nombre, transita alrededor del salón junto a las paredes que va signando con tiza roja. Su mano no deja de patinar hasta que una mesa irrumpe en su trayecto y encuentra acomodo al lado de unos catadores. Braulio X. se apoltrona en una de las sillas y hace lo que todos: sonríe perenne, acentuando el rictus al concurrir con otras miradas, y examina las copas que, en formación, esperan turno para ser alimentadas de caldos.
- …dicho lo anterior- el orador concluye solemne la salutación- daremos inicio a la cata de hoy. Que gane el mejor, señores.
Braulio X. urge, como siempre, de una actividad tras otra: una actividad perpetua; porque a la menor ociosidad, discurre hacía mareas de babosadas e incoherencias; y, aunque le vienen bajamares, al poco rato, otra vez de vuelta a las aberraciones, los bizarréeles y las tropelías… Podemos decir que Braulio X. es un loco de vaivenes, un loco de marejadilla.
Las serpentinas del aire acondicionado y el desfile de botellas, tan acicaladas y reflectantes, le mantienen aún, y más tiempo de lo habitual, en permanencia.
- Esta botella es de un Amontillado de Barbadillo- dice la misma voz, que ahora inflexiona con cierto regusto.
Al paso de cada botella, revolotean sobre las enormes paredes las mejores imágenes de cada región y de cada cepa, y suena en edición su música tradicional. Los catadores, al mismo tiempo y siguiendo al presentador, toman las copas; las colocan en alto, a contraluz; observan los taninos gravitar, remueven los elíxires que parecen impeler hacia el vástago de la copa buscando otra salida; luego, los paladean y apuran hasta el último filón. Braulio X. hace lo mismo.
Se suceden las botellas: una cava de Recaredo, un Viña el Pisón, un Monte Bello,…
Braulio X., al pasar los minutos, adquiere una pachorra inusual y sus parpados se ven cada vez más llenos.
- Me gustaría pedir un fuerte aplauso para todos ustedes- dice la voz con sincero gusto- Una vez más, hemos concluido con éxito…
Braulio X. pestañea, por momentos, como dedos ondulantes que despiden el día.
Pónganse de pie, por favor. Formemos una sola fila- indica el presentador- Coloquen los brazos sobre los hombros de quien tenemos adelante. Avancemos, avancemos.
Todos obedecen sin objeciones. Al parecer les viene bien la idea. Al salir del local, caminan a través de la plaza, zigzagueando. El presentador del evento les pide que hagan sonidos de tren y entre chuf-chuf y chuf-chuf continúan su ruta por varias calles hasta el perímetro de una finca; la bordean unos metros hasta la entrada principal.
Braulio X. dirige con esfuerzo, hacia el cielo estrellado, los últimos parpadeos, se regodea. Se deja arrastrar por la locomotora humana que se mueve ya en total silencio y exasperante lentitud hacia del interior del recinto.
- Es hora de dormir - instruye la voz- Les solicitaría a los enfermeros que verifiquen que cada paciente quede instalado en su cubículo y me reporten cualquier anomalía.
La representación del concurso de cata recrea al director. Las botellas vacías son, nuevamente, aclaradas y guardadas para la siguiente medicación.
Braulio X., con la sonrisa vencida, hace una imperceptible reverencia al director en señal de buenas noches.

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