domingo, 29 de noviembre de 2009

La cata del loco (versión 31)


Un loco se ha escapado de un manicomio. En su deambular sin rumbo, entra en un local. Se celebra allí un concurso de catadores de vino.
Un grupo numeroso y elegante rodea a los sommelieres, entre los cuales hay una bella dama y un hombre mayor y grueso que lleva la voz cantante:
—Un vino puede ser juzgado de diferentes maneras. Lo primero que se debe asumir es que este es un tema subjetivo. La degustación, basada en el uso de los sentidos, más allá de la destreza de cada uno de nosotros y de nuestras preferencias personales, es algo, yo diría, poético. Es un acto en el que no sólo se miden las propiedades del vino sino la profundidad de las experiencias y de la vida misma del catador…
El encargado de la seguridad del lugar observa al recién llegado, cuyo aspecto no difiere demasiado de tres o cuatro excéntricos presentes, vestidos como al descuido. Mas lo mira sin disimulo y con una cierta prevención pues, moviéndose con un bailoteo peculiar, el loco asoma su cara en dirección al disertante por sobre el hombro de dos caballeros que se apartan al unísono, abriéndole paso.
Entre tanto, comienza la cata y cinco manos extendidas toman las copas servidas, a la vez que el presentador huele el corcho y dice con énfasis:
—¡Algo grande acaba de ser descorchado!
Cada uno va olfateando su copa, analizando visualmente el color, el brillo, la densidad, la forma en que se impregna el cristal, mientras el orate llega a la mesa, arrebata la botella y, metiendo la punta de su nariz en ella, exclama:
—¡Salud! …Brindo por toda esa gente que bebe diariamente para defenderse contra el desaliento, las congojas del fracaso, el descontento de sí mismos, el miedo al rechazo… La empina con una mano y con la otra toma por la cintura a la mujer que estaba justamente terminando de degustarlo y a punto de escupirlo.
Entonces el hombre de seguridad se acerca y el loco, que intenta bailar con la dama, zigzagueando se escabulle por la puerta trasera. Desde allí, se escuchan sus gritos:
—¡Papá, no me pegues! ¡Papá...!

Impertérrito, el sommelier mayor invita a sus colegas a pronunciar su dictamen.

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