sábado, 28 de noviembre de 2009

La cata del loco (versión 56)


Un loco se ha escapado del manicomio. En su deambular sin rumbo entra en un local. Se celebra allí un concurso de catadores de vino. Los concursantes, alzan sus catavinos, haciendo girar circularmente su contenido, apreciando visualmente su tonalidad, para valorar su edad y madurez y oliéndolo, exhalando el perfume, que desprende, asociándolos a algún aroma, para luego verterlo, en sus bocas hacia los labios, distinguiendo así los sabores azucarados; luego llevándolo, mas atrás, hacia el medio, saboreando los ácidos, para descubrir al final los amargos. Éste les mira sorprendido, casi fascinado, al no comprender que ocurre allí. Era buen parecido, no parecía tener ninguna enfermedad mental, lo que le sirvió para hacerse pasar por psiquiatra y escapar de aquel sanatorio, donde estaba recluido, debido a un brote de esquizofrenia y además iba bien vestido. Un enorme vacío albergaba su estómago y sus entrañas bailaban al son del hambre. No había comido desde el día anterior. De repente, descubre que hay pan tostado en una de las mesas. Se aproxima a ella, lo coge y se lo mete en la boca. Un hombre se le acerca y le dice: “Veo que esta limpiando su paladar, para no mezclar aromas… ¡si, es mas elegante que la escupidera! ¿no le parece?”. Él asiente con la cabeza sin dejar escapar sonido alguno, observando como su interlocutor se retira, donde están sirviendo mas vino, haciéndole una señal para que se acerque. Tiene la garganta seca, tiene que beber algo, entonces hace lo que le indica el otro. Un camarero sirvió tinto. Tuvo que volver por otra copa, extrañado porque había calculado mal el número. Su compañero saboreó el líquido, viajando por su boca de un lado a otro, extasiándose con su degustación. El loco hizo lo mismo, pero tragándose todo el contenido de la copa. “Umm…aroma afrutado ácido. Trago sabroso y ligero” Y él replicaba:”Eso, sabroso” El camarero dispensó otro vino del mismo estilo. El catador lo comentó. El volvió a apurarlo hasta el final. Y así otras tantas veces hasta que sus mejillas se colorearon de un rojo granate, notando unas ganas enormes de cantar y reír. De repente empezó a tararear una canción, unas sevillanas que había escuchado a un compañero en el manicomio. Alzó la voz y cantó el estribillo:”El vino que tiene el vino…”La gente, allí congregada, le miraba asombrada y aturdida al mismo tiempo, extrañada de que en un evento tan serio, ocurriera algo tan insólito. Nadie creía, aquello que estaba viendo y mucho menos cuando alzó sus manos, zapateando al mismo tiempo, y sacando a bailar a todos los asistentes. La organizadora, se aproximó y le pidió educadamente que se marchara., le cogió de la cintura, diciéndole:”Morena, a ver ese arte” En ese momento le cayeron encima dos vigilantes como dos tanques, y le redujeron. Al cabo un rato no muy largo, se avisó a la policía y vinieron los trabajadores del manicomio, con una camisa de fuerza y se lo llevaron. La cata del loco había concluido.

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