sábado, 28 de noviembre de 2009

La cata del loco (versión 50)


Un loco se ha escapado de un manicomio. En su deambular sin rumbo entra en un local. Se celebra allí un concurso de catadores de vino, al entrar todos le miran, jamás vio tanta mirada puesta en él, quizás la camisa de fuerza recién "planchá", había dado más vigoridad a su escuchimizado cuerpo. No sabía si él loco era él, o quizás todos los que le miraban, ya que ninguno probaba las copas de vino que había sobre la mesa. Se avalanzó sobre una y tomó un trago, tenía cuerpo, sabor amargo y dio su mejor puntuación en aquel extraño concurso de vino para principantes, un seis que había en un cartel que levantó con gran elocuencia. De pronto se vio con una caja de la mejor cosecha y una alegre muchacha que iba con el premio, ahora no sólo tenía que hacer frente a esas ideas tan ocurrentes de quemar la casa, sino que tenía que vivir acompañado con una mujer que apenas hablaba. Juntos recorrieron el viejo París, sus recoletas calles, respiraron el aire que inundaba la ciudad y bebieron aquel líquido rojizo que un día les hizo encontrarse. Había dejado atrás aquel manicomio de Burdeos, donde lo único que hacía era atarse los zapatos con la boca, había dejado de conducir en dirección contraria, había dejado de subirse a los árboles porque pensaba que allí divisaría a su bella Sabrina regresando de París cambiada, ya no bebía para olvidar, ahora bebía acompañado de silencio, pero al fin y al cabo era compañía. Pero sentía insatisfacción, el mundo exterior no era lo que el soñaba, un día paso por aquel local de cata de vinos, y sin mediar palabra, devolvió su premio y anduvo hasta llegar a la puerta del manicomio, allí le esperaban, le pusieron de nuevo la camisa de fuerza recién "planchá" y encendió una cerilla.

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