domingo, 29 de noviembre de 2009

La cata del loco (versión 19)


Un loco se ha escapado de un manicomio. En su deambular sin rumbo entra en un local. Se celebra allí un concurso de catadores de vino. Lo escruta todo con desquiciada analítica, observando cada forma y cada movimiento. Las personas que allí hay se comportan de forma extraña y visten más extrañamente aún. Quizá no son humanos. Sabe que él es humano, se lo han dicho, pero no se acuerda de cómo es, y al no poder hacer la comparación entre él mismo y esas gentes, su cerebro lo lleva a un nuevo viaje al fondo de la sinrazón.
Se mueve perdido, no pasando desapercibido, mirando con cara dudosa las camareras que ofrecen canapés, pensando que esas ninfas pueden estar ofreciéndole los néctares más preciados por los dioses unas veces, creyendo que son diablesas ofreciéndole veneno otras.
Se marea con tanto estímulo a su alrededor. La algarabía que llena la sala ata la mente del loco a la profundidad de lo oscuro, alejándolo de la realidad y llevándolo de nuevo al mundo irreconocible que se fragua desde hace años en su cerebro.
Los catadores beben y escupen vino. Para el loco son monstruosos pingüinos bebiendo y escupiendo sangre. Algunos ríen y gritan mientras llevan a cabo semejante rito profano. Las camareras siguen paseándose como invitando a la gente a unirse a la orgía de sangre, ofreciendo comida y sonriendo a todo aquél que se cruza en sus caminos. Cuando el loco se cruza, siente pavor de la sonrisa de la joven y corre a esconderse en el lavabo.
Mira a su alrededor conociendo cada parte de la nueva estancia, se mira al espejo para intentar compararse con las personas de fuera. No sabe si son ellos los diferentes o él mismo, pero lo que el espejo refleja no es lo mismo que él ha visto en la sala de cata de vinos.
Se asusta y altera, su corazón no late, vibra y hace vibrar todo su cuerpo. Sus pupilas se dilatan y comienza a sentir la boca seca. Un espesor candente en el fondo de la garganta y un picor en la lengua que le indica que pronto volverá a tener otra visión.
Cae al suelo en redondo, su vista se fija en las luces del techo y en como se dilatan y estrechan al ritmo que la sangre fluye por las venas de su sien. La espuma que sale de su boca es cada vez más blanca. Nadie ha entrado en el lavabo pero las voces de los monstruos de la sala se oyen cada vez más cercanas y chirriantes.
El miedo se apodera de él y su corazón se acelera todavía más, doliéndole horrores con cada latido. La luz deja de ondular y todo pasa a la oscuridad absoluta. Pierde la conciencia durante unos segundos para recuperarla poco después.
Se arrodilla, mira al suelo, vomita y se mira las manos. Parece que todo está en orden. Más que antes, incluso, ya no se oyen las voces de los diablos. El infierno de afuera parece estar congelándose.
Ahora es el lavabo lo que cada vez lo oprime más. Las paredes amenazan con caerse encima de él si siguen curvándose. La luz se está apagando alrededor suyo y pronto no podrá ver más allá de sus narices. Abre la puerta y sale de la oscuridad a la luz, habiéndose librado por fin de las voces que atormentaban su cabeza desde hacía años.

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