Un loco se ha escapado de un manicomio. En su deambular sin rumbo entra en un local. Se celebra allí un concurso de catadores de vino… los mejores del mundo. La cata estaba a punto de comenzar y todos estaban sentados ante una gran mesa, con los ojos vendados. Tenían varias copas de vino delante de ellos.
Dos jueces eran los encargados de verificar que nadie hacia trampa y un maître se ocupaba de cambiar las copas de vino y de servir el agua entre prueba y prueba. El loco se quedó de pie, mirando la escena. Nadie se percató de su presencia.
Observó como los catadores, elegantemente vestidos, tomaban sorbos de los mejores y más caros vinos del mundo, para luego escupirlos y limpiar con agua los restos de sabor de sus bocas.
Luego dio media vuelta, sonriendo. Ya no se sentía culpable por haberse escapado. Había comprobado con sus propios ojos, que había gente que necesitaba su cama del manicomio bastante más que él.
Dos jueces eran los encargados de verificar que nadie hacia trampa y un maître se ocupaba de cambiar las copas de vino y de servir el agua entre prueba y prueba. El loco se quedó de pie, mirando la escena. Nadie se percató de su presencia.
Observó como los catadores, elegantemente vestidos, tomaban sorbos de los mejores y más caros vinos del mundo, para luego escupirlos y limpiar con agua los restos de sabor de sus bocas.
Luego dio media vuelta, sonriendo. Ya no se sentía culpable por haberse escapado. Había comprobado con sus propios ojos, que había gente que necesitaba su cama del manicomio bastante más que él.
No hay comentarios:
Publicar un comentario