sábado, 28 de noviembre de 2009

La cata del loco (versión 40)


Un loco se ha escapado de un manicomio. En su deambular sin rumbo entra en un local. Se celebra allí un concurso de catadores de vino.
Nada más cruzar la puerta todas las miradas se fijan en él y confundiéndole con un concursante más le invitan a participar. El loco que sabe que los enfermeros le vienen persiguiendo y pisando los talones, no se lo piensa dos veces y acepta encantado la invitación de estos hombres. Acto seguido le colocan una copa con un culín de vino de color blanco, como al resto de catadores y comienzan el concurso.
El loco que no sale de su asombro, les observa cómo huelen el caldo, introduciendo sus narices casi hasta el fondo de la copa, luego lo agitan bruscamente y después lo contemplan al trasluz para finalmente echar un pequeño trago y tras paladearlo de forma algo exagerada, lo escupen en un recipiente colocado en el suelo con este mismo propósito.
El pobre hombre se extraña de la manera tan rara de proceder de estas personas y llega a preguntarse quién es el verdadero loco aquí.
Pero como no quiere destacar en ningún momento, para no llamar la atención, decide imitarles en todo por muy raro que le parezca.
Cuando llega el momento de definir la cata, el loco escucha atentamente las puntuaciones y observaciones que hacen los demás concursantes acerca del caldo que acaban de probar. De cada uno de ellos copia una idea, un gesto o una simple palabra y elabora así su veredicto, que sorprendentemente es el que más llega a ajustarse entre todos.
Lo mismo ocurre en las siguientes catas y por cosas del azar y gracias a su astucia, siempre es el loco, el que mejor define la calidad y los gustos y aromas de los caldos.
Todos le creen un auténtico experto en la materia y empiezan a felicitarle muy entusiasmados. Justo en ese momento entran dos hombres con uniformes de enfermeros.
Estos se dirigen derechos hacía el loco, sujetándole fuertemente por los hombros y obligándole a marcharse con ellos.
Antes de abandonar el local los enfermeros se dirigen hacía los asistentes al concurso, informándoles de que un loco peligroso y violento les había estando haciendo compañía durante la velada y del peligro que habían corrido junto a él.
“Pues estaría loco.” dice finalmente uno de los concursantes, cuando recobró un poco la compostura y tras haber digerido lo que acababa de escuchar. “Pero de vinos entendía un montón.”
Y por decisión unánime del jurado el “loco” fue nombrado ganador oficial de aquel inusual concurso de catadores de vino. Al día siguiente varios miembros del jurado fueron a buscarle al manicomio, dónde le hicieron entrega de un diploma que así lo acreditaba y una caja de los mejores vinos.

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