domingo, 29 de noviembre de 2009

La cata del loco (versión 24)


Un loco se ha escapado de un manicomio. En su deambular sin rumbo entra en un local. Se celebra allí un concurso de catadores de vino. El local no era demasiado grande y las miradas de la gente se centraron en él. Su aspecto era extravagante. Sus largos rizos canosos se arremolinaban desordenados en su cabeza y su mirada penetrante bajo sus pobladas cejas se clavaba en los presentes obligándoles a bajarla. Sus ropas eran demasiado informales para estar allí pero su andar y su verborrea pronto les cautivó. Tenía algo especial que atraía y fascinaba aunque nadie fuese capaz de explicar qué era.
Sus palabras estaban marcadas por un ligero acento francés y se presentó como François Dupont, etnólogo de reconocido prestigio en su país. Con naturalidad se dirigió a la mesa, apartó de ella al primer miembro del jurado que iba a iniciar la cata, arrebatándole la copa de la mano. Siguió los rituales que seguiría cualquiera de los presentes y degustó aquel caldo. Con ojos abiertos como platos, escupió el contenido y tiró al suelo la copa que se deshizo en mil pedazos.
“¡Vergonzoso!- exclamó. “Este vino no tiene la categoría suficiente para acudir a este certamen. ¡Qué atrevimiento!
Un bullicio llenó la sala hasta que el loco gritó pidiendo silencio. Y lo consiguió en el acto. Se podría escuchar el zumbido de un mosquito atravesando la habitación. Tomó la siguiente copa de vino y tras degustarla la posó con suavidad encima de la mesa.
“Aceptable. No será el ganador pero es agradable. Me llevaré unas cuantas botellas”.
Luego cogió la tercera copa pero al acercarla a los labios su rostro cambió de repente. Hizo el ademán de lanzarla contra la pared pero finalmente optó por colocarla encima de la mesa.
“Señores, me veo en la triste obligación de comunicarles que deben de llamar inmediatamente a la policía. Alguien ha envenenado esta copa”.
La gente se miraba una a otra y sus rostros incrédulos no les permitían articular palabra alguna.
“Y el autor de esta atrocidad sigue aquí entre nosotros. Herido en su orgullo por no haber sido reconocido todo su esfuerzo y dedicación en la elaboración del vino de la cosecha anterior, ha decidido castigar a esos jueces ineptos y ciegos. Ustedes ya saben a quien me refiero”.
Las miradas se cruzaron dando lugar a acusaciones e insultos que desembocaron en una auténtica batalla campal.
Sonriendo, el loco se dio la vuelta y abandonó el local.

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